ASÍ SE SIENTE NUNCA HABER SIDO LA MEJOR AMIGA DE NADIE
Simplemente, no todos
estamos destinados a la amistad.
Siempre he estado rodeada de amigos. No
me faltan personas con quienes salir ni personas para hablar cuando estoy
apenada, sin embargo, siempre he sido la opción y nunca la prioridad de nadie.
He estado rodeada de amigos, sin
embargo, no de verdaderos amigos.
Soy una persona complicada y especial, y es
complejo tratar conmigo, lo sé, pero no me considero una mala amiga. Mi manera de
ser me ha llevado a no poder desarrollar una verdadera relación de amistad,
y eso llegó a dolerme, y mucho.
Por años sufrí por no considerarme una
“persona normal”, y no encajar con el resto del mundo. Lloraba en silencio por
siempre ir en contra de la corriente. Constantemente me preguntaba por qué no
podía ser como todas las otras personas, pues a fin de cuentas, no había
nadie que no tuviese un mejor amigo. Uno que resaltase de todos los
demás, uno que supiese de toda su vida, uno con quien pudiese siempre
contar.
Sentía que tenía mucho por entregar, y
que tenía
que haber alguien ahí afuera que pudiese recibir todo eso que yo podía
dar.
Y luché en contra de mi suerte. Puse todos
mis esfuerzos en
cambiar mi historia y ser esa persona
importante para alguien,
pero a pesar de todos mis intentos, no lo
conseguí.
Al parecer no había nadie en este mundo
que pudiese lidiar con mi personalidad.
La que, para mi, no era tan mala
como parecía.
Y comencé a cambiar mi manera de
pensar, porque supe que esa sería la única manera en la que podría ser
feliz.
Y me di cuenta de que hay algunas
personas que simplemente no están destinadas a tener un mejor amigo,
o a ser el mejor amigo de alguien.
Me di cuenta de que en realidad no necesitaba
ser parte de ese concepto, sino que la propia sociedad lo había impuesto en mi
cabeza desde pequeña. Me di cuenta de que me fascinaba estar sola, claro que a
veces me gustaba salir y conversar con más gente, y eso lo tenía.
Me di cuenta de que ser “especial” era mi
mejor cualidad,
y prefería mil veces ser distinta del resto y
no tener un mejor amigo, que ser igual a todos y sí tenerlo, en contra de mi
verdadera personalidad.
Aprendí a valorar mi independencia. A
trabajar duro por lo que quería
y a no descansar en otros, y eso me hizo ser
muchísimo más fuerte.
También me hizo aprender a valorar mi
propia opinión,
y simplemente guiarme por mis propios
instintos,
porque confío en mi misma.
Así también, aprendí a no culpar a nadie más
sino a mí por las cosas que no funcionan.
No ser el mejor amigo de nadie me enseñó
también a
valérmelas por mi misma, a creer en mis
opiniones
y a no guiarme por lo que dice el
resto.
Porque la falta de amistad, me ha hecho
ser realmente confiada y segura de mi misma.
También aprendí a valorar la soledad.
Mientras que antes hacía de todo por tratar de estar rodeada de mucha gente,
hoy tomo la soledad como un regalo, y entiendo la importancia de ella.
Simplemente, no todos servimos
para ser mejores amigos. Y eso está bien.
Simplemente, no todos
estamos destinados a la amistad
PD: El texto no es mío, lo cogí de un artículo, pero si no lo supiera, juraría que lo he escrito yo misma, de hecho creo que ni yo misma habría escrito tan exactamente mis sentimientos.