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Los ángeles se quejaron ante Dios de que había creado al hombre

con demasiados privilegios, especialmente con más libertad y felicidad

que la otorgada a ellos.

-Según ustedes, -les dijo Dios-, díganme qué debería quitarle al hombre.

Y los ángeles le contestaron: -¡Quítale la felicidad!

Pero uno de los ángeles hizo la siguiente observación:

-El hombre es inteligente e intentará buscar la felicidad y hasta que no la encuentre

no se detendrá en obstáculos.

Yo propongo esconder la felicidad donde nunca pueda encontrarla.

Unos ángeles proponían esconderla en lo profundo del mar;

otros, llevarla al planeta más lejano; 

otros, introducirla en lo más profundo de la tierra...

y no se ponían de acuerdo sobre el lugar donde esconder la felicidad.

A uno de ellos se le ocurrió: 

-¿Por qué no se la escondes dentro de su mismo corazón?

El hombre se pasará toda su vida buscándola en las riquezas,

en su profesión, en conocer cosas y lugares,

en miles de cosas más y nunca se le ocurrirá buscarla dentro de sí mismo.

Y a todos los ángeles les pareció genial la propuesta y,

desde entonces, el hombre vaga por miles de veredas,

buscando la felicidad y no se da cuenta de que la lleva dentro de sí mismo,

en el lugar más hermoso de su propia casa,

que es su corazón.